Crisis ambiental 2.0
Este momento económico, que por un lado nos parece tan inmaterial, con inteligencia artificial, con blockchain y todo eso, es extremadamente caro en términos energéticos. El consumo de carbón —no estoy hablando de carbono— se disparó a niveles mucho más altos que los que había antes de los acuerdos de París y de Tokio, por la cantidad de energía eléctrica que hace falta para sostener todo eso. Es un momento en donde va a haber una presión muy fuerte sobre los recursos naturales, y eso genera rispideces por todos lados (…) “Sí, tenemos que romper todo, no nos queda otra. De última, si revienta el planeta, nos vamos todos a Marte” (…)
(…) No hay hoy un proyecto progresista en general que logre atraer el deseo colectivo de la misma manera en que pueden movilizar, no solamente las derechas. La aceleración tecnológica que se produce en este momento, en términos estéticos para proyectar futuro, es enorme; incluso en un contexto malo, la economía global no está pasando un buen momento, pero el discurso global (haciendo un paralelo con Menem) sería: “Estamos mal, pero vamos bien”, “banquen esto, banquen este calentamiento global”…
Economía informal
Hay una transformación social y un avance muy grande de la economía informal a nivel global. Eso fue muy mal leído por el progresismo. Si uno escucha a las organizaciones sociales, se entendía que todos los actores de la economía informal eran solidarios, que los manteros, los vendedores de La Salada, los Rappi y los cartoneros, en el fondo, se iban a hermanar en la lucha por mejores condiciones de trabajo. Y, en rigor, son agentes de mercado que tienen el mismo espíritu de lucro que cualquier agente de mercado, y que son mucho más despiadados porque no tienen el mismo marco regulatorio que los otros agentes de mercado.
El mercado inmobiliario en la Villa 31 hace parecer al resto de las inmobiliarias como cooperativas suecas. No es que sean mejores, ni tengan otros valores, ni sean más solidarios por operar en la economía informal. Esa fue una muy mala lectura que se hizo. (…) En diciembre del ’23 (triunfo electoral de Milei), todos los actores de esa economía votaron a alguien que les proponía más capitalismo y más libertad económica, no más solidaridad.
Paradigma Tecnológico
Quizás estemos viviendo algo peor que el fascismo. El fascismo es un fenómeno histórico que se explica en determinado contexto, no solamente por lo que pasaba en Europa, sino por determinado tipo de sociedad (…) El fascismo obedece a un determinado paradigma tecnológico. ¿Cómo funcionaba el fascismo? Con un dirigente que hablaba por la radio a toda la nación, y la nación escuchaba pasivamente, y después iba y se movilizaba a la plaza.
Paradójicamente, derrotado el fascismo, esa forma de hacer política la incorporaron las democracias occidentales. Estábamos rodeados de aparatos receptores que nos decían cómo andaba el mundo. Hasta hace poco, vos tenías en Buenos Aires tres diarios, cinco canales de TV y nada más. Podías leer Página 12, La Nación o Clarín, pero tu actitud era la de un lector pasivo. Hoy no existe más eso.
Hoy estamos rodeados de un parque tecnológico que es receptor y emisor; eso nos transforma también en productores de discursos. Si vas a movilizar un proyecto autoritario, lo vas a hacer desde ahí, y es lo que estamos viendo (…) Si vos ves los proyectos exitosos de la derecha alternativa, como se le dice genéricamente a estos proyectos que embolsan desde Putin hasta Milei (ideológicamente una bolsa de gatos), todos ellos supieron movilizarse en esa manera comunicacional. Mientras, parece que las fuerzas progresistas globales siguen funcionando como si operara el anterior paradigma, el “yo te voy a explicar”.
(…) Nuestro medio ambiente es tecnológico, se genera un feedback que antes no había (…) Un tipo va a una panadería y se siente compelido a entrar en Google y calificar la panadería con tres estrellas porque la panadera no le sonrió. A partir de ahí, todo el mundo tiene algo para decir, aunque sea una estupidez. Es más, si es una estupidez, mejor. El ágora, el sueño de la democracia, que todo el mundo tenga algo para decir, no premia el discurso más racional (…) premia el discurso más bizarro, el más agresivo. Entonces, la política hoy se hace desde ahí.
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